El último tren a la libertad de Meg Waite Clayton
“Una cosa podía estar en ruinas y, aun así, ser perfecta”
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El último tren a la libertad de Meg Waite Clayton
“Una cosa podía estar en ruinas y, aun así, ser perfecta”
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El último tren a la libertad de Meg Waite Clayton
—Quizá esta sea la razón por la que Dios no ha querido que tuviésemos hijos, Joop —le dijo ella—. Porque existiría esta necesidad mayor, la oportunidad de salvar a muchos más. Tal vez Dios nos haya ahorrado la carga de tener que arriesgarnos a dejar huérfanos a nuestros propios hijos.
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El último tren a la libertad de Meg Waite Clayton
Un chico que solía sentarse en primera fila en clase ahora se sienta al final, detrás de una línea amarilla. Sabe la respuesta que está buscando el profesor, pero levantar la mano solo provoca ridículo. Da igual que sus respuestas sean correctas, porque al final estarán mal.
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El último tren a la libertad de Meg Waite Clayton
Era sorprendente lo bien organizado que estaba todo aquello, cuántas banderas, latas de pintura, brazaletes y globos —¡globos!— habían aparecido en Viena de un día para otro, para celebrar aquel momento que los alemanes querían que el mundo viera como un levantamiento espontáneo desde dentro de Austria.
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El último tren a la libertad de Meg Waite Clayton
Todos pensaban que lo de Hitler era una moda alemana pasajera, que no sucedería en Austria, que Austria había capeado el asesinato del canciller Dollfuss y el intento de golpe de estado nazi tres años atrás, y capearían esto también. Además, la gente tenía negocios que dirigir, niños que criar, fiestas a las que asistir, retratos para los que posar y arte que comprar.
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El último tren a la libertad de Meg Waite Clayton
Es binario, la niña lo había entendido. La vida entera era ahora binaria. El bien y el mal. Lo correcto y lo incorrecto. Luchar o rendirse.
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El último tren a la libertad de Meg Waite Clayton
—Debe de haber ya más de seiscientos niños haciendo cola —dijo Herr Friedmann—, ¿y vamos a decidir nosotros quién escapa? ¿Vamos a jugar a ser Dios?
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El último tren a la libertad de Meg Waite Clayton
Se quedó mirando el vacío del caos que había dejado a su paso, las llamas por toda la ciudad y los vítores de la multitud, los mudos camiones de bomberos.
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El último tren a la libertad de Meg Waite Clayton
¿Cómo es posible que su mundo se hubiera encogido hasta convertirse en una cosa tan pequeña?
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El último tren a la libertad de Meg Waite Clayton
—¡Soy una mujer que no puede dar a luz a un hijo en un mundo que solo valora eso de mí!
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El último tren a la libertad de Meg Waite Clayton
Confiar. Hasta el día en que Dios se digne descifrar el porvenir al hombre, toda la sabiduría humana estará resumida en dos palabras: ¡Confiar y esperar!, había escrito Alejandro Dumas en El conde de Montecristo.
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El último tren a la libertad de Meg Waite Clayton
—Los problemas que no puedes anticipar son los que te derrotan —respondió Truus.
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El último tren a la libertad de Meg Waite Clayton
—Mi padre solía decir que el valor no es la ausencia de miedo —le dijo a Klara—, sino más bien seguir hacia delante a pesar del miedo.
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El último tren a la libertad de Meg Waite Clayton
—Te aconsejaría que te acostumbraras a esto, pero yo nunca he podido —le dijo—. Me pregunto si alguien se acostumbrará.
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El último tren a la libertad de Meg Waite Clayton
¿Cómo ha podido convencer Hitler a toda Alemania de que sus mentiras son las verdad y la verdad es la mentira?
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El último tren a la libertad de Meg Waite Clayton
Había descubierto que cuantas más facilidades le diese a alguien para tragarse algo, más probable era que se lo tragara.
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El último tren a la libertad de Meg Waite Clayton
—¿Por qué se llama a sí mismo degenerado? —Es irónico, Zofe —le dijo Stepahn—. Así es como llama Hitler a los artistas como él. |
El último tren a la libertad de Meg Waite Clayton
Eichmann escribió en el informe: Nuestro objetivo no es que el capital judía se transfiera desde el Reich, sino más bien provocar que los judíos que no tienen medios emigren.
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El último tren a la libertad de Meg Waite Clayton
Al conocerlos, los Weber le habían dicho que eran viejos, que su futuro era corte, pero que, con su ayuda, el futuro de los niños podría ser largo.
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El último tren a la libertad de Meg Waite Clayton
—Solo es un amigo, pero uno siempre es mejor que cero, aunque cero sea más interesante en términos matemáticos.
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La edad de la inocencia