La última estación de Lali de Mary Shepherd
Ella sólo asintió, más que nada porque él caminó dos pasos delante de ella y mirar ese culo en movimiento era como si algo te llamara a cometer actos impuros e impúdicos y hasta ahora, los únicos deseos impuros que Lali Martínez Pérez había tenido en toda su vida era comerse una tarrina de helado de chocolate de dos kilos y medio, ella sola y de una tacada.
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