Frankenstein o el moderno Prometeo de
Mary Shelley
Murió en paz, y su semblante expresaba cariño aún bajo el velo de la muerte. (…) Ha de transcurrir mucho tiempo antes de que nuestra mente se persuada de que ella, a quien veíamos cada día y cuya existencia misma parecía formar parte de la nuestra, se ha marchado para siempre; que el brillo de la mirada amada se ha extinguido y que el sonido de aquella voz tan familiar, y querido al oído, ha sido silenciad y jamás volverá a oírse. Tales son las reflexiones de los primeros días, pero cuando paso el paso del tiempo confirma la realidad de la desgracia, da comienzo la auténtica amargura de la pena. ¿Quién no ha experimentado cómo esa ruda mano se lleva a algún ser querido?