Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelley
Tenía la frente cubierta de sudor frío, me castañeteaban los dientes y se me estremecía todos los miembros. De pronto, a la luz pálida y amarillenta de la luna, que se abría paso entre las contraventanas, vi al desgraciado, al monstruo miserable que había creado.
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