Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelley
Durante los últimos días he estado ocupado examinando mi conducta del pasado; no la encuentro culpable. En un rapto de locura entusiasta creé una criatura racional y estaba obligado a asegurarle la felicidad y el bienestar en la medida que me fuera posible. Éste era mi deber; pero había otro más importante. Mis deberes hacia los seres de mi propia especie reclamaban más mi atención, puesto que implicaban una mayor cantidad de felicidad o desdicha. Instado por esta visión, me negué, e hice bien en hacerlo, a crear una compañera para la primera criatura.
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