Una aventura secreta de
Mary Balogh
—Es entretenido ver a un titiritero manejar los hilos de su marioneta y comprobar que no se mueve porque dichos hilos no existen — contestó él.
«¡Vaya!», exclamó Hannah para sus adentros. Un conocedor del juego que se negaba a seguir las reglas. «Mis reglas», precisó. Su respuesta mejoró la imagen que tenía de él.
—Pero ¿no es curioso ver cómo la marioneta acaba moviéndose pese a todo y demuestra así que no es una marioneta, sino que lo hace porque le encanta bailar? — replicó.
—Duquesa — dijo el señor Huxtable—, resulta que a la marioneta no le gusta bailar en el coro. Lo encuentra demasiado... ordinario. De hecho, se niega a ser una insignificante parte más del cuerpo de baile en cuestión.
De modo que estaba fijando sus propias normas...
—Se podría arreglar el asunto para que la marioneta bailara en solitario, señor Huxtable. O tal vez en un dúo. Sí, definitivamente un dúo sería perfecto. Y si demuestra ser una pareja excelente, como estoy segura de que será el caso, podría conseguir el puesto de primer bailarín en exclusiva para toda la temporada. Ya no habría necesidad de un cuerpo de baile. De hecho, sería despedido.
(...)
—¿Eso quiere decir que al principio estará a prueba? — preguntó él—. ¿Una especie de audición?
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