La proposición de Mary Balogh
Nunca había creído en el destino. Seguía sin creer en él. Eso echaría por tierra el libre albedrío, y era a través de la libertad como las personas se abrían camino por la vida y aprendían lo necesario. Pero, a veces, o eso parecía, había... algo, una especia de señal, que daba un empujoncito en una determinada dirección. Lo que cada cual decidía hacer con ese empujoncito era algo personal.
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