Ligeramente casados de Mary Balogh
—¿Sabe bailar? —le preguntó a Aidan. Le costaba trabajo imaginarlo la pista de baile. —Señora —dijo cuando el carruaje se detuvo y mientras esperaban a que el cochero desplegará la escalerilla para pegarse del vehículo—, antes de que un caballero aprende a recitar el abecé sin equivocarse, domina ya el arte sutil de bailar con elegancia. Eve se echó a reír |