Imperio de Martín Caminero
Un león estaba devorando el brazo que otro animal había arrancado a un hombre a pocos metros. Por los barrotes se deslizaba la sangre, sangre que se secaba sin vida. Aquello era un espectáculo, una forma de adormecer y entretener al público, que ridiculizaba el poco valor que se le daba a la existencia y que convertía a los hombres y mujeres en bestias sedientas de muerte. Las auténticas fieras estaban sentadas en la grada.
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