A propósito de San Juan y otras miniaturas de Marti Lelis
Unos cuantos de tus cabellos me bastaron para fundar el pueblo, de tus pasos sobre el polvo nacía una persona por cada huella, les diste un cuerpo para que pudieran beber agua y morder los frutos del árbol frondoso que siempre estuvo en el centro de la plaza. De tus tristezas, hechicera callada, surgió al pie de la cuesta un arroyo que llegando al pueblo, ya era río. Después debiste sonreír, el agua se llenó de peces, el aire de libélulas y pájaros. Tú seguías silenciosa mientras la gente construía casas.
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