El delfín de Mark Haddon
Pero, como ocurre siempre en las fábulas, llega un punto en que la abundancia raya en el exceso y una leve sombra se cierne sobre él. Siente celos de toda esa gente capaz de darle a su hija una felicidad que él no puede proporcionarle. Teme que la secuestren, que se la quiten, quizá no ese día y tal vez no literalmente, pero que acaben raptándola de todas formas.
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