Cinder: Las crónicas lunares, 1 de Marissa Meyer
—Lo siento —se disculpó Kai—. Sé que estas cosas no se hacen, pero… parece que mi vida está a punto de irse al garete. Cinder frunció el ceño con una mirada inquisitiva, pero él no quiso dar más explicaciones. Los dedos de Kai, ligeros como una brisa, le rozaron el codo. El joven bajó la cabeza. Cinder no podía moverse, apenas fue capaz de mojarse los labios antes de cerrar los ojos. El dolor estalló en su cabeza y recorrió toda su columna. |