Akelarre de Mario Mendoza
Algo que no puede faltar en un seductor profesional es que debe tener claro que es un actor consumado, alguien que está representando un papel, pero que jamás pone su propio yo en evidencia. No es que mienta, como aseguran tantas mujeres engañadas. No es una mentira, sino una representación. Afirmar algo semejante es como decir que una obra de teatro es mentira. No es cierto. Los actores no están mintiendo, sino que en ese momento en particular están encarnando un rol, están metidos en la piel de otro. Eso es un seductor auténtico, el que sabe transmutarse, convertirse en alguien mejor que sí mismo. De alguna manera, seducir y enamorar es un arte de exquisita finura. E igual que es absurdo subirse a un escenario a reclamar porque uno ha sido engañado y esos actores no eran ellos mismo, no tiene sentido al final de una relación sentimental reclamarle a la otra persona por qué no dijo la verdad, por qué no fue ella misma. Es mejor aceptar que uno ha sido transportado a una imagen especular y disfrutarla antes de decir adiós
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