El discurso vacío de Mario Levrero
"Hay un reloj oculto que marca el mismo tiempo para todos los días, todos los meses, todos los años; un reloj que marca el ritmo de la sangre en las venas, de las palpitaciones del corazón, de los deseos prohibidos, y a veces --- si el reloj lo dispone --- permitidos a cuentagotas. La Vida, con su propia lógica, sus propios anhelos y necesidades, transcurre en alguna parte, pero no aquí. Aquí transcurre la improductiva soledad del preso, el frío interior que el verano no disipará. El tiempo no corre junto a nosotros ni nosotros sabemos jugar con el tiempo; el tiempo es sólo un asesino, lento pero seguro, que nos mira con un dejo de burla por debajo de su guadaña, y nos permite ir disfrutando en cómodas cuotas del frío que nos está esperando en la tumba que lleva nuestro nombre." (Pág.34).
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