Mi madre y la música de
Marina Tsvietáieva
Y así, del más oscuro fondo, viene hacia mí la cara redonda y llena de curiosidad de una niña de cinco años, sin sonrisa alguna, rosada aun a través de la negrura - como un negro que se ha zambullido en la aurora, o una rosa - en un estanque de tinta. El piano fue mi primer espejo, y la primera toma de conciencia de mi propio rostro fue a través de la negrura, de su traducción a la negrura como a una lengua oscura, pero comprensible. Y así, durante toda mi vida, para poder comprender la cosa más simple, siempre he tenido que sumergirla en los versos, y verla desde ahí.