No escuches a la luna de Marina Tena Tena
Entonces notó el olor a tierra húmeda y tallos de violeta. La puerta se cerró tras ella y un viento frío sopló por su nuca antes de convertirse en risa. Se le erizó la piel y un escalofrío recorrió su columna. Escuchó ese insoportable sonido de los dientes de Dama Luna, que chocaban unos con otros en sus carcajadas.
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