Oso de Marian Engel
Dado que siempre intentaba ser ordenada y catalogar sus ideas y sentimientos, cuando la asaltaba la espantosa y anárquica voz interior tenía la cabeza bien surtida de argumentos eficaces. Para «¿Qué hago aquí?», por ejemplo, contaba con un listado enorme de respuestas. También tenía otro buen repertorio de respuestas para «¿Quién diantres te crees que eres, para aspirar a vivir?». Se justificaba alegando que ella era útil, que ordenaba fragmentos de vidas ajenas.
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