Un lugar a donde ir de María Oruña
Existen lugares que, aun compuestos de materia muerta, destilan el embrujo de lo vivo. Son solo piedras, cemento, madera, pequeños edificios. Sin embargo, parecen llevar consigo una parte de las personas que los visitaron en el pasado. ¿Qué será lo que se posa sobre algunos tejados? ¿Será solo el encanto del desgaste del tiempo? ¿Será que se cuela algo de nosotros mismos entre las rendijas de todo aquello que tomamos, miramos amamos? Hay quien no siente nada: lo que ve son solo envoltorios, casas, ventanas, puertas y tejados. Y hay quien, al instante, percibe en una estancia la energía de un lejano beso robado, de una mirada maliciosa, de una traición, de un secreto.
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