Un lugar a donde ir de María Oruña
Oliver contempló su belleza humilde y sencilla, sin artificios ni maquillaje, absolutamente natural; y admiró de nuevo su mirada gatuna, inteligente y comedida, pero también insólita: un ojo verde brillante, cristalino y seductor. El otro, negro y opaco, como el tizón de una hoguera que, sin embargo, guarda dentro astillas incandescentes y brillantes.
|