Cruzando los límites de María Martínez
—¿Es cierto que estabas enamorada de mí en el instituto? —preguntó Caleb de repente, con una risita. Savannah se cubrió la cara con la mano. —Como una idiota —confesó, hundiendo la cabeza en el espacio entre su hombro y su cuello—. Pero nunca me miraste.—Tuviste suerte de que no lo hiciera, era un capullo. —La tomó de la barbilla y la miró a los ojos—. Ahora toda mi atención es tuya, cada uno de mis pensamientos es tuyo. Mi corazón es tuyo. |