Desayuno en Júpiter de María Andrea Tomé
-Deja de flirtear – me dije Harlon, enterrando el puño en el bol de las palomitas. Todavía tengo el móvil entre las manos. Siendo generosos en el cálculo, he debido releer unas diez o doce veces el último ‘genial’ de Amoke, y ni siquiera Harlon, que por lo general se queda hipnotizado ante el televisor, ha podido dejar de notarlo. -No estoy flirteando. |