El valle oscuro de María Andrea Tomé
—...Cuidate mucho —dije, dándole un beso en la mejilla. Solo un segundo. Solo un pequeño gesto antes de girarnos y tirar cada una por nuestro lado. De haber sido un chico, todo habría sido diferente. Pero era una chica. Y, a fin de cuentas, las chicas se besan entre sí todo el tiempo. Madres e hijas. Hermanas. Amigas. Sin embargo, la piel de Jun todavía me quemaba los labios cuando llegué al conservatorio. |