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El mal de la muerte de Marguerite Duras
Usted le pregunta: ¿En qué el mal de la muerte es mortal? Ella responde: En que el que lo padece no sabe que es portador de ella, de la muerte. También en que estaría muerto sin vida previa a la que morir, sin conocimiento alguno de morir a vida alguna. |
El amante de Marguerite Duras
Los niños-viejos del hambre endémica, sí, pero nosotros, no, no teníamos hambre, nosotros éramos niños blancos, nosotros teníamos vergüenza, nosotros vendíamos nuestros muebles, pero no teníamos hambre, nosotros teníamos un criado y comíamos, a veces, es cierto, porquerías, zancudas, caimanes, pero tales porquerías estaban cocinadas por un criado y servidas por él y a veces incluso no las queríamos, nos permitíamos el lujo de no querer comer.
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El amante de Marguerite Duras
Sé algo. Sé que no son los vestidos lo que hace a las mujeres más o menos hermosas, ni los tratamientos de belleza, ni el precio de los potingues, ni la rareza, el precio de los atavíos. Sé que el problema está en otra parte. No sé dónde. Sólo sé que no está donde las mujeres creen.
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El amante de Marguerite Duras
Ya no me acuerdo de la voz, salvo a veces la de la dulzura con la fatiga de la noche. Ya no oigo la risa, ni la risa ni los gritos. Se acabó, ya no lo recuerdo. Por eso ahora escribo tan fácilmente sobre ella, tan largo, tan tendido, se ha convertido en escritura corriente.
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El amante de Marguerite Duras
Él había dicho que para él, era curioso hasta qué punto, su historia había quedado como era antes, que todavía la quería, que nunca podría en toda su vida dejar de quererla. Que la querría hasta la muerte.
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El amante de Marguerite Duras
La niña ya no había reconocido nada. Ninguna palabra. Ni la voz. Era un aullido a muerte, de quién, de qué, de qué animal, no se sabía muy bien, de un perro, sí, tal vez, y al mismo tiempo de un hombre. Los dos confundidos en el dolor del amor.
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El amante de Marguerite Duras
-¿No nos volveremos a ver nunca, nunca? -Nunca. -A menos que... -No. -Olvidaremos. -No. -Haremos el amor con otra gente. -Sí. El llanto. Lloran, muy bajo. -Y luego un día querremos a otra gente. -Es verdad. Silencio. Lloran. |
El amante de Marguerite Duras
-Tal vez, sí... pero sobre todo cruel, sabe usted... Sobre todo eso, esa cosa, es tan misterioso, y también cómo sabe hacerlo, el conocimiento que tiene de eso: del mal.
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El amante de Marguerite Duras
Podría engañarme, creer que soy hermosa como las mujeres hermosas, como las mujeres miradas, porque realmente me miran mucho. Pero sé que no es cuestión de belleza sino de otra cosa, sí, de otra cosa, por ejemplo, de carácter
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El amante de Marguerite Duras
[...] habla de la felicidad enloquecida del primer amor y la pena moderada, inconsolable por haberlo perdido.
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El amante de Marguerite Duras
Se tiene miedo. Siempre en ese momento se tiene miedo. De todo. De nunca volver a ver esa tierra ingrata. Y ese cielo de momento, de olvidarlo.
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El amante de Marguerite Duras
Ella alza los ojos hacia ese hombre. Entre lágrimas le mira una vez más. Dice: -Y mi amor habrás sido tú. -Sí. El único. De tu vida. |
El amante de Marguerite Duras
-Hubiera querido poseerte. Pero ya no siento ningún deseo por ti. Estoy muerto por ti.
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El amante de Marguerite Duras
-Estamos ante lo desconocido por entero el uno del otro, y eso también puede hablarse, y entenderse, la manera de callar, de mirar, también.
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El amante de Marguerite Duras
-Ya no sé más que eso: ya no tengo deseo. Ya no tengo amor. Es maravilloso, increíble. -Como si no nos hubiéramos conocido nunca. -Sí, como si estuviéramos muertos desde hace mil años. |
El amante de Marguerite Duras
Podría haberse dicho, sí, que él la había amado hasta el punto de perder la vida. Y que ahora ya no amaba sino el conocimiento estéril de ese amor, el que hacía sufrir.
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El amante de Marguerite Duras
-Te adoro, no hay nada que hacer -sonríe-, incluso con el sufrimiento.
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El amante de Marguerite Duras
-Lo que es verdad es que tengo ganas de estar sola, por una vez. Para pensar en ti y en mí. En lo que ha ocurrido. -Y también en nada. -Sí, y también en nada. |
El amante de Marguerite Duras
Él está muy ensimismado, muy solo. Ellos están muy solos. Ya privados el uno del otro. Alejados ya. Silencio. |
¿A quien baila Raquel en la fiesta en la casa de los hidalgo?