El oído absoluto de Marcelo Cohen
Yo tengo un respeto por el azar: agradecí. No confío en que se puedan vigilar las artimañas del tiempo ni abolir, por ejemplo en Lorelei, los duraderos acuerdos de la palangana donde nos obligan a movernos; no obstante, pienso, los sauces, la memoria de las personas, los días mismos tienen sus devaneos. De un tic tac a otro el esmalte de la palangana se resquebraja y basta que uno esté alerta para que aparezca mucho escondite donde colarse. Hay momentos, si uno los descubre, que son extraordinarias averías en la red eléctrica que nos alimenta, y en el desconcierto que acuñan se puede atisbar la anticuada audacia del vértigo.
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