Trampas de seda de Mar Carrión
Cuando alzó la cabeza y la miró, su cara continuaba esgrimiendo aquella expresión contradictoria originada por todos los turbadores secretos que, de manera correlativa, le había ido desvelando a lo largo de la tarde. Y aquello solo era la punta del iceberg. —Pensé que te habías equivocado de dirección. Jodie negó con la cabeza. —Viviré aquí durante un tiempo. Max asintió sin ningún entusiasmo. Encontrarla allí, en lo alto de la escalera de madera enmohecida y rodeada por las paredes desconchadas y la barandilla medio oxidada, acentuaba su vulnerabilidad y reforzaba su necesidad de protegerla. |