“¿Qué es el hombre sino un alma minúscula que anima un cadáver?” Siendo honesto debería haberle otorgado solo 3 estrellas, pero, aunque solo sea por las últimas 150 páginas, he decidido sumarle la cuarta. Y el caso es que estoy bastante de acuerdo con el editor que le aconsejó que metiera la tijera al manuscrito, algo que Lowry comenta en el prólogo que él mismo escribió expresamente para la primera edición francesa en un caso rarísimo en el que el autor cree necesario explicar su propio texto. La novela, aunque toca temas como la guerra de España, el compromiso social y político, los judíos y la inminente guerra mundial, la situación social de México, sus costumbres, sus gentes, y se cuentan otras vidas como la de su hermano Hugh y la de su exesposa Yvonne, el gran protagonista es el volcán en continua erupción que va quemando el alma de Geoffrey Firmin entre montañas de elementos simbólicos y referencias varias. Realmente, como en el paisaje mexicano elegido como escenario del relato, hay dos volcanes que se comunican y se refuerzan, el amor/dolor por Yvonne y su traición (“Nunca podré perdonarte lo bastante”) y la adicción al alcohol. “—No voy a beber —dijo el Cónsul parándose en seco—. ¿O sí? De cualquier modo, no será mezcal. —Claro que no, la botella está allí detrás de aquel arbusto. Recógela. —No puedo —objetó. —Está bien; tómate tan sólo un trago, sólo lo indispensable, el trago terapéutico: tal vez dos tragos. —¡Dios! —dijo el Cónsul—. ¡Ah! Bien. Dios. Cristo. —Y luego, podrás decir que no hay que tomarlo en cuenta. —No, en efecto. No es mezcal. —Claro que no; es tequila. Podrías echarte otro. —Gracias, así lo haré —tembloroso, volvió a llevar la botella a sus labios. Qué dicha. Jesús. Santuario… Qué horror —, añadió…” Y la lava que llena las laderas de ambos volcanes, de los dos, uno por no poder conceder un perdón que podría facilitar una nueva oportunidad de felicidad junto a Yvonne y el otro por dejarse dominar sin remedio por la adicción, lleva el nombre de culpa, que, como dijo Durrell, “se apresura siempre hacia su complemento, el castigo, y sólo allí encuentra su satisfacción”. Y vaya si Geoffrey puso todo su empeño en encontrarlo. + Leer más |