La distancia que nos separa de Maggie O'Farrell
No sabe si es capaz de afrontar la vida en otra parte. No sabe si es capaz de encogerse para encajar de nuevo en el mundo.
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La distancia que nos separa de Maggie O'Farrell
No sabe si es capaz de afrontar la vida en otra parte. No sabe si es capaz de encogerse para encajar de nuevo en el mundo.
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El retrato de casada de Maggie O'Farrell
Lucrezia creía que los esponsales podían significar amor y afecto, un vínculo inquebrantable, una igualdad, un compañerismo; esperaba que le proporcionara alegría y respeto. Pero de repente, ante la furia y el desdén con que la agarraba del brazo, teme que su matrimonio vaya a resultar otra cosa muy distinta.
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Tiene que ser aquí de Maggie O'Farrell
En apariencia, soy marido, padre, profesor, ciudadano; pero si se mira al trasluz, me convierto en desertor, en impostor, en asesino, en ladrón. En la superficie soy una cosa, pero por debajo estoy plagado de agujeros y cuevas, como un paisaje de piedra caliza.
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La primera mano que sostuvo la mía de Maggie O'Farrell
Y cuando ya estaba convencida de que su vida sería así para siempre, que ella era así definitiva e inmutablemente, algo cambió, como sucede siempre.
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El retrato de casada de Maggie O'Farrell
... las mujeres, sometidas a la voluntad, los gustos y los mandatos de padres, madres, hermanos y maridos, viven la mayoría del tiempo encerradas en el reducido círculo de sus estancias, sentadas y casi ociosas, queriendo y no queriendo al mismo tiempo, entregándose a diversos pensamientos que no siempre pueden ser alegres Giovanni Boccacio, El Decamerón |
El retrato de casada de Maggie O'Farrell
...y se repite el consejo de Sofía a propósito de la noche de bodas: déjale hacer lo que quiera, no te niegues ni te pongas, respira profundamente y enseguida terminará. Le hubiera gustado contestarle que no, que su forma de ser no consistía en someterse y consentir.
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El retrato de casada de Maggie O'Farrell
El traje de novia aguarda; lo ve a su espalda, esperando su momento, una forma vacía que la envolverá.
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Hamnet de Maggie O'Farrell
Qué duros eran los huesos de la mano de un adulto y qué tierna y blanca la carne de un niño, qué fácil doblar y torcer aquellos huesos jóvenes, aún sin hacer. Qué sensación de furia, qué humillación impotente lo embargaba, lo aporreaba, en los largos minutos que duraba la paliza.
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Hamnet de Maggie O'Farrell
Por un instante vuelve a ver el cementerio mojado, las tejas empapadas, las negras fauces de la tierra, abiertas para acoger el cadáver envuelto en tela blanca, tan leve y pequeño. Demasiado pequeño, le pareció, para irse así, a la tierra, solo.
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Hamnet de Maggie O'Farrell
¿Cómo va a vivir sin ella? No puede. Es como pedirle al corazón que viva sin los pulmones, como arrancar la luna del cielo y decirle a las estrellas que la sustituyan, como pretender que la cebada crezca sin lluvia.
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Hamnet de Maggie O'Farrell
Alarga el brazo, la mano, como reconociéndoles, como si quisiera tocar el aire que hay entre los tres, como si quisiera atravesar la frontera entre el público y los actores, entre la vida y el teatro.
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Hamnet de Maggie O'Farrell
En las primeras semanas de matrimonio, Agnes recoge impresiones como lana un esquilador: un vellón de aquí, un resto de allí, unas guedejas de la cerca, una hilacha de la rama, hasta que por fin reúne una buena brazada, suficiente para llevarla a la rueca.
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Hamnet de Maggie O'Farrell
Parece tan fácil: hace un minuto, cuatro, cinco, él estaba aquí, a su lado; ahora se ha ido. Estaba con él; ahora está sola. Tiene la sensación de estar expuesta, helada, pelada como una cebolla
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El retrato de casada de Maggie O'Farrell
Se arrepiente de no haberlo adelantado como una flecha, crepitando de regocijo transgresor, con el pelo y el manto azotando el aire detrás de ella y levantando barro con los cascos. Se arrepiente de no haber llevado las riendas hacia las montañas lejanas, donde se podía haber perdido entre los pliegues rocosos y las cumbres para que nunca pudiera encontrarla.
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El retrato de casada de Maggie O'Farrell
No vio nada que pudiera ser el alma de Maria. Ni una brizna de brisa, ningún movimiento, ningún temblor luminoso. Solo la lluvia, que no cesaba: miles y miles de agujas plateadas que caían de arriba y salpicaban el alféizar de las ventanas de la habitación de los niños, el suelo y los cristales verdosos, las calles y las casas de toda la ciudad.
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El retrato de casada de Maggie O'Farrell
El pájaro, el dibujo. Era lo único que miraba. Miró las delicadas patas escamadas que ya nunca volverían a posarse en una rama ni en la piedra del alféizar de una ventana; miró las diferentes capas superpuestas de las alas, alas que no volverían a abrirse para buscar una brisa que lo levantara, que ya no lo llevarían por encima de los tejados y de las calles.
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El retrato de casada de Maggie O'Farrell
Ese aire le trae una sensación como si la trama y la urdimbre de una tela se separaran, y una parte de ella, la mejor tal vez, responde a la llamada del viento. Se suelta sola. Se levanta de la cama, deja los cuerpos allí, que hagan lo que quieran, y se va. Qué alivio poner distancia entre sí misma y esa cama. La parte de su ser que se va parece amorfa, como un borrón. [...] Es ella misma. Puede elegir su propio ritmo, puede aumentarlo, puede ralentizarlo. Puede galopar, correr por los jardines; puede saltar por encima de los setos y los caminos, su cuerpo es un rayón de color en la débil luz, las costillas, un recipiente para el desbocado corazón. Y cuando llega al bosque los árboles la acogen, todos los animales y los pájaros que viven en él mandan sus preguntas al cielo con graznidos y aullidos, y ella va a esperar con ellos, observando, a que lleguen los primeros rayos de sol, la fría luz de la mañana, que será reparadora y se compadecerá de la rica seda de su piel.
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El retrato de casada de Maggie O'Farrell
Guardará las palabras, las pondrá a salvo donde nadie pueda verlas ni leerlas.
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Hamnet de Maggie O'Farrell
"Con qué facilidad nos pasa desapercibidos el sufrimiento y la angustia de una persona si esa persona guarda silencio."
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El retrato de casada de Maggie O'Farrell
La tristeza siempre intenta atarle pesos en las muñecas y en los tobillos, por eso tiene que moverse, tiene que andar más deprisa que ella.
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La edad de la inocencia