Menta granizada. Otra manera de degustar la vida de M. Agus Cámara
Había aprendido, o tal vez lo estaba haciendo, que las personas éramos como casas bien cerradas: para hacernos amigos de alguien, lo primero que necesitábamos era que la otra persona abriera la puerta. Podíamos insistir tanto que se terminaban cansando y abriéndola solos, pero no podíamos abrirla a la fuerza.
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