Un viejo que leía novelas de amor de Luis Sepúlveda
Los gobiernos viven de las dentelladas traicioneras que les propinan a los ciudadanos.
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Calificación promedio: 5 (sobre 208 calificaciones)
/Apenas dos años después de la muerte del escritor chileno Luis Sepúlveda, este volumen nos sumerge en su vida más íntima, presidida por la familia y los amigos. También nos permite ver su perfil más viajero y comprometido, en particular con la política y el medio ambiente. Acompañadas por las maravillosas fotografías de Daniel Mordzinski, sus palabras nos lo vuelven vívidamente presente, al tiempo que nos llevan a lugares recónditos de la Tierra del Fuego y a otros parajes donde Sepúlveda no solo encontró historias inolvidables, sino donde también trabó amistades que el tiempo nunca apagó. A lo largo de su incansable periplo, desde el pequeño Hotel Chile en que nació o las cárceles de Pinochet, pasando por Brasil o Ecuador, hasta Hamburgo, los mares de todo el mundo y, finalmente, Gijón, ¿qué perseguía Luis Sepúlveda? ¿Un mundo mejor, un lugar donde sentirse en casa? https://www.planetadelibros.com/libro-hotel-chile/360527
Un viejo que leía novelas de amor de Luis Sepúlveda
Los gobiernos viven de las dentelladas traicioneras que les propinan a los ciudadanos.
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Un viejo que leía novelas de amor de Luis Sepúlveda
Nadie consigue atar un trueno, y nadie consigue apropiarse de los cielos del otro en el momento del abandono.
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Un viejo que leía novelas de amor de Luis Sepúlveda
Me repetía a cada rato que los gringos se sentirían felices conmigo, considerando que también tengo nombre de gringo. —¿Cómo así, paisano? —Onecén es el nombre de un santo de los gringos. Aparece en sus moneditas y se escribe separado con una letra «te» al final. One cent. |
Un viejo que leía novelas de amor de Luis Sepúlveda
La vida en la selva templó cada detalle de su cuerpo. Adquirió músculos felinos que con el paso de los años se volvieron correosos. Sabía tanto de la selva como un shuar. Era tan buen rastreador como un shuar. Nadaba tan bien como un shuar. En definitiva, era como uno de ellos, pero no era uno de ellos.
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La lámpara de Aladino de Luis Sepúlveda
Pero mientras espera el inevitable fin, sigue vertical sobre la isla, altivo, orgulloso, como el estandarte imprescindible de la dignidad del Sur.
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Un viejo que leía novelas de amor de Luis Sepúlveda
Muchas veces escuchó decir que con los años llega la sabiduría, y él esperó, confiando en que tal sabiduría le entregara lo que más deseaba: ser capaz de guiar el rumbo de los recuerdos y no caer en las trampas que éstos tendían a menudo.
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Un viejo que leía novelas de amor de Luis Sepúlveda
En tanto los colonos destrozaban la selva construyendo la obra maestra del hombre civilizado: el desierto
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Un viejo que leía novelas de amor de Luis Sepúlveda
Con los años llega la sabiduría, y él esperó, confiando en qué tal sabiduría le entregara lo que más deseaba: ser capaz de guiar el rumbo de los recuerdos y no caer en las trampas que estos tendían a menudo.
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Un viejo que leía novelas de amor de Luis Sepúlveda
Había desayuno temprano y sabía de los convenientes de cazar con el cuerpo pesado. El cazador ha de ir siempre un poco hambriento, pues el hambre agudiza los sentidos.
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Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar de Luis Sepúlveda
[…] sólo vuela el que se atreve a hacerlo […].
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Gregorio Samsa es un ...