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Ocnos de Luis Cernuda
¿Era la música? ¿Era lo inusitado? Ambas sensaciones, la de la música y la de lo inusitado, se unían dejando en mí una huella que el tiempo no ha podido borrar.
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Calificación promedio: 5 (sobre 10 calificaciones)
/La Caja de las Letras del Instituto Cervantes recibió el legado «in memoriam» del poeta de la Generación del 27 Luis Cernuda. https://cervantes.org/es/sobre-nosotros/sala-prensa/notas-prensa/paginas-rescatadas-su-biblioteca-personal-versos Suscríbete a nuestro canal de YouTube: https://www.youtube.com/InstitutoCervantesVideos?sub_confirmation=1
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Ocnos de Luis Cernuda
¿Era la música? ¿Era lo inusitado? Ambas sensaciones, la de la música y la de lo inusitado, se unían dejando en mí una huella que el tiempo no ha podido borrar.
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La realidad y el deseo de Luis Cernuda
Que el amor es lo eterno y no lo amado Para que sea perdido, Para que sea ganado Por su pasión, un riesgo Donde el que más arriesga es que más ama. |
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La realidad y el deseo de Luis Cernuda
Mas no conocemos los recursos vitales de que podemos disponer sino cuando la ocasión nos pone a prueba.
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Antología de Luis Cernuda
Estrofa de A un poeta futuro Ahora, cuando me catalogan ya los hombres Bajo sus clasificaciones y sus fechas, Disgusto a unos por frío y a los otros por raro, Y en mi temblor humano hallan reminiscencias Muertas. Nunca han de comprender que si mi lengua El mundo cantó un día, fue amor quien la inspiraba. Yo no podré decirte cuánto llevo luchando Para que mi palabra no se muera Silenciosa conmigo, y vaya como un eco A ti, como tormenta que ha pasado Y un son vago recuerda por el aire tranquilo. De: Como quien espera el alba, 1941-1944 |
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Antología de Luis Cernuda
Si el hombre pudiera decir Si el hombre pudiera decir lo que ama, Si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo Como una nube en la luz; Si como muros que se derrumban, Para saludar la verdad erguida en medio, Pudiera derrumbar su cuerpo, dejando sólo la verdad de su amor, La verdad de sí mismo, Que no se llama gloria, fortuna o ambición, Sino amor o deseo, Yo sería aquel que imaginaba; Aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos Proclama ante los hombres la verdad ignorada, La verdad de su amor verdadero. Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien Cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío; Alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina, Por quien el día y la noche son para mí lo que quiera, Y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu Como leños perdidos que el mar anega o levanta Libremente, con la libertad del amor, La única libertad que me exalta, La única libertad por que muero. Tú justificas mi existencia: Si no te conozco, no he vivido; Si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido. De: Los placeres prohibidos, 1931 + Leer más |
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Antología de Luis Cernuda
Despedida Muchachos Que nunca fuisteis compañeros de mi vida, Adiós. Muchachos Que no seréis nunca compañeros de mi vida, Adiós. El tiempo de una vida nos separa Infranqueable: A un lado la juventud libre y risueña; A otro la vejez humillante e inhóspita. De joven no sabía Ver la hermosura, codiciarla, poseerla; De viejo la he aprendido Y veo a la hermosura, mas la codicio inútilmente. Mano de viejo mancha El cuerpo juvenil si intenta acariciarlo. Con solitaria dignidad el viejo debe Pasar de largo junto a la tentación tardía. Frescos y codiciables son los labios besados, Labios nunca besados más codiciables y frescos aparecen. ¿Qué remedio, amigos? ¿Qué remedio? Bien lo sé: no lo hay. Qué dulce hubiera sido En vuestra compañía vivir un tiempo: Bañarse juntos en aguas de una playa caliente, Compartir bebida y alimento en una mesa, Sonreír, conversar, pasearse Mirando cerca, en vuestros ojos, esa luz y esa música. Seguid, seguid así, tan descuidadamente, Atrayendo al amor, atrayendo al deseo. No cuidéis de la herida que la hermosura vuestra y vuestra gracia abren En este transeúnte inmune en apariencia a ellas. Adiós, adiós, manojos de gracias y donaires. Que yo pronto he de irme, confiado, Adonde, anudado el roto hilo, diga y haga Lo que aquí falta, lo que a tiempo decir y hacer aquí no supe. Adiós, adiós, compañeros imposibles. Que ya tan sólo aprendo A morir, deseando Veros de nuevo, hermosos igualmente En alguna otra vida. De: Desolación de la quimera, 1956-1962 + Leer más |
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La realidad y el deseo de Luis Cernuda
Epílogo (Poemas para un cuerpo) Playa de la Roqueta: Sobre la piedra, contra la nube, Entre los aires estás, conmigo Que invisible respiro amor en torno tuyo. Mas no eres tú, sino tu imagen. Tu imagen de hace años, Hermosa como siempre, sobre el papel, hablándome, Aunque tan lejos yo, de ti tan lejos hoy En tiempo y en espacio. Pero en olvido no, porque al mirarla, Al contemplar tu imagen de aquel tiempo, Dentro de mí la hallo y lo revivo. Tu gracia y tu sonrisa, Compañeras en días a la distancia, vuelven Poderosas a mí, ahora que estoy, Como otras tantas veces Antes de conocerte, solo. Un plazo fijo tuvo Nuestro conocimiento y trato, como todo En la vida, y un día, uno cualquiera, Sin causa ni pretexto aparente, Nos dejamos de ver. ¿Lo presentiste? Yo sí, que siempre estuve presintiéndolo. La tentación me ronda De pensar, ¿para qué todo aquello: El tormento de amar, antiguo como el mundo, Que unos pocos instantes rescatar consiguen? Trabajos del amor perdidos. No. No reniegues de aquello, Al amor no perjures. Todo estuvo pagado, sí, todo bien pagado, Pero valió la pena. La pena del trabajo De amor, que a pensar ibas hoy perdido. En la hora de la muerte (Si puede el hombre para ella Hacer presagios, cálculos), Tu imagen a mi lado Acaso me sonría como hoy me ha sonreído, Iluminando este existir oscuro y apartado Con el amor, única luz del mundo. De: Desolación de la quimera, 1956-1962 + Leer más |
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La realidad y el deseo de Luis Cernuda
La poesía Para tu siervo el sino le escogiera, Y absorto y entregado, el niño ¿Qué podía hacer sino seguirte? El mozo luego, enamorado, conocía Tu poder sobre él, y lo ha servido Como a nada en la vida, contra todo. Pero el hombre algún día, al preguntarse: La servidumbre larga qué le ha deparado, Su libertad envidió a uno, a otro su fortuna. Y quiso ser él mismo, no servirte Más, y vivir para sí, entre los hombres. Tú le dejaste, como a un niño, a su capricho. Pero después, pobre sin ti de todo, A tu voz que llamaba, o al sueño de ella, Vivo en su servidumbre respondió: «Señora.» De: Con las horas contadas, 1950-1956 |
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Las Nubes; Desolación de la Quimera de Luis Cernuda
Birds in the night El gobierno francés, ¿o fue el gobierno inglés?, puso una lápida en esa casa de 8 Great College Street, Camden Town, Londres, adonde en una habitación Rimbaud y Verlaine, rara pareja, vivieron, bebieron, trabajaron, fornicaron, durante algunas breves semanas tormentosas. Al acto inaugural asistieron sin duda embajador y alcalde, todos aquellos que fueran enemigos de Verlaine y Rimbaud cuando vivían. La casa es triste y pobre, como el barrio, con la tristeza sórdida que va con lo que es pobre, no la tristeza funeral de lo que es rico sin espíritu. Cuando la tarde cae, como en el tiempo de ellos, sobre su acera, húmedo y gris el aire, un organillo suena, y los vecinos, de vuelta del trabajo, bailan unos, los jóvenes, los otros van a la taberna. Corta fue la amistad singular de Verlaine el borracho y de Rimbaud el golfo, querellándose largamente. Mas podemos pensar que acaso un buen instante hubo para los dos, al menos si recordaba cada uno que dejaron atrás la madre inaguantable y la aburrida esposa. Pero la libertad no es de este mundo, y los libertos, en ruptura con todo, tuvieron que pagarla a precio alto. Sí, estuvieron ahí, la lápida lo dice, tras el muro, presos de su destino: la amistad imposible, la amargura de la separación, el escándalo luego; y para éste el proceso, la cárcel por dos años, gracias a sus costumbres que sociedad y ley condenan, hoy al menos; para aquél a solas errar desde un rincón a otro de la tierra, huyendo a nuestro mundo y su progreso renombrado. El silencio del uno y la locuacidad banal del otro se compensaron. Rimbaud rechazó la mano que oprimía su vida; Verlaine la besa, aceptando su castigo. Uno arrastra en el cinto el oro que ha ganado; el otro Lo malgasta en ajenjo y mujerzuelas. Pero ambos en entredicho siempre de las autoridades, de la gente que con trabajo ajeno se enriquece y triunfa. Entonces hasta la negra prostituta tenía derecho de insultarlos; hoy, como el tiempo ha pasado, como pasa en el mundo, vida al margen de todo, sodomía, borrachera, versos escarnecidos, ya no importan en ellos, y Francia usa de ambos nombres y ambas obras para mayor gloria de Francia y su arte lógico. Sus actos y sus pasos se investigan, dando al público detalles íntimos de sus vidas. Nadie se asusta ahora, ni protesta. «¿Verlaine? Vaya, amigo mío, un sátiro, un verdadero sátiro. Cuando de la mujer se trata; bien normal era el hombre, igual que usted y que yo. ¿Rimbaud? Católico sincero, como está demostrado.» Y se recitan trozos del “Barco Ebrio” y del soneto a las “Vocales”. Mas de Verlaine no se recita nada, porque no está de moda como el otro, del que se lanzan textos falsos en edición de lujo; poetas mozos de todos los países hablan mucho de él en sus provincias. ¿Oyen los muertos lo que los vivos dicen luego de ellos? Ojalá nada oigan: ha de ser un alivio ese silencio interminable para aquellos que vivieron por la palabra y murieron por ella, como Rimbaud y Verlaine. Pero el silencio allá no evita acá la farsa elogiosa repugnante. Alguna vez deseó uno que la humanidad tuviese una sola cabeza, para así cortársela. Tal vez exageraba: si fuera sólo una cucaracha, y aplastarla + Leer más |
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La realidad y el deseo de Luis Cernuda
Para unos vivir es pisar cristales con los pies desnudos; para otros vivir es mirar el sol frente a frente. |
Calamar Gigante