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Y retirarme para siempre de la realidad de Luis A. D. Mirado
Lo primero que hice fue justificar mi retraso a la hora de cumplir mi plan de entrenamiento. No era una falta de determinación. No. Era más bien una gestión poco afortunada de las expectativas. Había partido de la premisa de que yo era un héroe que podía salir a caminar diez kilómetros sin desayunar en el bar – en casa si había desayunado, pero no contaba porque mis desayunos de casa eran tan frugales que a duras podías llamarse desayunos −. Pues bien, yo no era un héroe, yo no era un dios. Era una persona normal que quería salir a caminar diez kilómetros, pero que antes, como cualquier ser humano, tenía que desayunar
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