El viaje de Luigi Pirandello
Seco el aire, seca la tierra, de cuyo silencio inalterable, adormecido por el zumbido de los insectos, el estridor de algún grillo, el canto lejano de un gallo o el ladrar de un perro, exhalaba penetrante en medio de la deslumbrante luz del mediodía el olor de las muchas hierbas mustias, del estiércol esparcido de los establos.
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