Orlando furioso, tomo I de Ludovico Ariosto
Desnuda empuña la fulmínea espada con que da muerte a muchos sarracenos: ¡ardua empresa será llevar la cuenta de los caídos en la muchedumbre! Ya están rojos los caminos Y no hay espacio para tantos muertos: no hay adarga ni casco que proteja de Durindana cuando bien se emplea, ni tejido acolchado o tela fina liada a la cabeza con mil vueltas. Van por el aire gritos y gemidos y vuelan brazos, piernas y cabezas. |