La hermana luna de Lucinda Riley
—¿Venderla después de trescientos años siendo propiedad de los Kinnaird? —Puso los ojos en blanco y soltó una risita—. ¡Todos los fantasmas de la familia me perseguirían de por vida! Y si no por otra razón, tengo que intentar cuidarla al menos por Zara, mi hija. Le encanta ese lugar. Tiene dieciséis años y, si pudiera, dejaría el instituto mañana y se iría a trabajar a Kinnaird a tiempo completo. Le he dicho que primero tiene que completar sus estudios.
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