Manual para mujeres de la limpieza de Lucia Berlin
Desde que me alcanza la memoria siempre he tenido un don para quedar mal.
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Manual para mujeres de la limpieza de Lucia Berlin
Desde que me alcanza la memoria siempre he tenido un don para quedar mal.
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Manual para mujeres de la limpieza de Lucia Berlin
La soledad es un concepto anglosajón. En Ciudad de México, si eres el único pasajero en un autobús y alguien sube, no solo se sentará a tu lado sino que se recostará en ti
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Manual para mujeres de la limpieza de Lucia Berlin
Supe con una certeza repugnante que siempre que tuviera que elegir entre los niños y yo o las drogas, Noodles elegiría las drogas.
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Manual para mujeres de la limpieza de Lucia Berlin
La soledad es un concepto anglosajón. En Ciudad de México, si eres el único pasajero de un autobús y alguien sube, no solo se sentará a tu lado sino que se recostará en ti.
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Manual para mujeres de la limpieza de Lucia Berlin
"Los suspiros, el ritmo de nuestros latidos, las contracciones de parto, los orgasmos, acaban todos por acompasarse, igual que los relojes de péndulo colocados uno cerca del otro pronto sincronizan su vaivén. Las luciérnagas en un árbol se encienden y se apagan como una sola. El sol sale y se pone. La luna crece y mengua y el periódico suele caer en el porche a las seis y treinta y cinco de la mañana. El tiempo se detiene cuando alguien muere. Por supuesto se detiene para ellos, quizá, pero para los que sufren la pérdida el tiempo se desquicia. La muerte llega demasiado pronto. Olvida las mareas, los días que se alargan y se acortan, la luna. Hace trizas el calendario. [...] El problema es que cuando vuelves a la vida normal, todas las rutinas, las marcas del día a día parecen mentiras sin sentido. Todo es sospechoso, una trampa para adormecernos, para volver a arroparnos en la plácida inexorabilidad del tiempo." (Pág.405). |
Manual para mujeres de la limpieza de Lucia Berlin
¿Y si nuestro cuerpo fuera transparente, como la puerta de una lavadora? Qué prodigio observarnos por dentro. Los deportistas correrían con más ahínco, bombeando sangre a toda máquina. Los amantes harían más el amor. ¡Hostia! ¡Mira esa descarga de semen! Las dietas mejorarían: kiwi y fresas, remolacha cocida con crema agria.
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Manual para mujeres de la limpieza de Lucia Berlin
Nada importa mucho, ¿no? Me refiero a importar de verdad. Sin embargo a veces, de pronto, durante apenas un segundo, se te concede la gracia de creer que sí, que importa muchísimo.
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Manual para mujeres de la limpieza de Lucia Berlin
La gente pobre está acostumbrada a esperar. La Seguridad Social, la cola del paro, lavanderías, cabinas telefónicas, salas de urgencias, cárceles, etcétera.
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Una noche en el paraíso de Lucia Berlin
A veces con los años miras atrás y dices, ese fue el comienzo de... o éramos tan felices entonces... antes... después... o piensas, seré feliz cuando... una vez consiga... si nosotros... Hernán sabía que era feliz ahora.
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¿Y si nuestro cuerpo fuera transparente, como la puerta de una lavadora? Qué prodigio observarnos por dentro. Los deportistas correrían con más ahínco, bombeando sangre a toda máquina. Los amantes harían más el amor. ¡Hostia! ¡Mira esa descarga de semen! Las dietas mejorarían: kiwi y fresas, remolacha cocida con crema agria
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Manual para mujeres de la limpieza de Lucia Berlin
Por favor. ¿Podrían limpiarle los ojos? —A la mierda sus ojos. —Inclínate un poco, Jesse. Le lamí la sangre de los ojos. Tardé mucho rato; la sangre estaba espesa y reseca, pegada en las pestañas. Tenía que escupirla a cada momento. Con el cerco rojizo, sus ojos despedían un destello ambarino. —Eh, Maggie, a ver esa sonrisa. |
Manual para mujeres de la limpieza de Lucia Berlin
El amor te hace desgraciado, decía nuestra madre. Mojas la almohada llorando hasta quedarte dormida, empañas las cabinas telefónicas, con tus lágrimas, tus sollozos hacen aullar al perro, fumas dos cigarrillos a la vez
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Manual para mujeres de la limpieza de Lucia Berlin
Mírate borracha! ¿Quién eres? ¿Qué hay de mis hermanos?... Te necesitan. Yo te necesito. Necesito no odiarte - estaba llorando.
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Son considerados los padres de la filosofía occidental: