Soñar con la superfície de Louise O'Neill
Levanta la daga hacia el cielo («Pesa, ¿verdad, pequeña? Pesa mucho») y luego húndele la hoja en la espalda, retuércela, nota la carne sólida. Y retuércela bien hondo de nuevo, tallando círculos en su piel, arráncale trozos fibrosos. Busca su corazón, el corazón que no quiso darte voluntariamente. Ese corazón todavía seguirá latiendo, pero no por ti, nunca latirá por ti, Gaia. Métetelo en la boca y cómetelo entero, trágatelo, introdúcelo en el fondo de tu estómago. Allí latirá, como un segundo corazón. Y entonces Oliver será tuyo. Por fin
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