La coleccionista de noches vacías de Lorraine Cocó
Madeline parecía una mujer pequeña, frágil, casi delicada, debido a su apariencia. Tenía el cabello color cobre y muy corto, a lo garçon, con un flequillo rebelde que se empeñaba en arremolinarse sobre sus ojos verdes. Su piel era muy pálida y nacarada, tan solo marcada por las dispersas pecas que besaban sus mejillas. Era delgada y esbelta. Su madre la habría considerado demasiado flaca y por la falta de tono en sus mejillas, le habría recetado unos buenos guisos que llenasen sus curvas y proporcionaran algo de color a su rostro, pero a ella le pareció elegante y le recordó a un ser mágico de cuento. Cuando elevó los brazos y se estiró con un movimiento lento y flexible, en su mente se transformó en una distinguida bailarina. (...)
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