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Siempre en capilla de Lluisa Forrellad
Regresé de madrugada con la absoluta certeza de haber proporcionado por mi cuenta un nuevo miembro a la Humanidad. Ni el padre ni la madre habían sido más responsables que yo. Iba mojado como un perro pero ya no sentía frío. El gabinete estaba alumbrado;Jasper y Aelxander me habían dejado un quinqué sobre la consola y una esquela que decía. "No olvides apagarlo. Buenas noches". Fui a la cocina y calenté leche. No me apetecía pero le debía algo a mi estómago. La leche no la usábamos más que para Penique desde que Alexander descubrió que la "complicaban" y nos detalló las substancias empleadas. Con un químico en casa, teníamos la suerte de saber los fraudes del vino, de la manteca del azúcar y de mil artículos más. De este modo nos quedaba la alternativa de comprarlo todo al doble de precio o comerlo todo con asco. Después pasé a mi escritorio y procedí al registro del recién nacido. Una vez hecho esto, volví junto a la consola, quité la esquela del quinqué y puse otra: "Ya lo he apagado. Buenos días". Bostezando subí las escaleras, entré en mi habitación, me desnudé, me metí en la cama... Volví a levantarme, busqué las zapatillas, me puse la bata, salí del cuarto, bajé las escaleras, fui hasta el quinqué y soplé. + Leer más |