Valentina de Lina Galán
Le miré de reojo, y como siempre, mi corazón latía más deprisa con sólo mirarle. No es que fuese el hombre más guapo del mundo, pero tenía un ligero aire de canalla que para mí lo hacía irresistible. Su cabello era negro y sus ojos, de un azul tan claro que a veces me parecían transparentes, seguían conservando ese aire pícaro, potenciado por la forma arqueada de sus cejas y su perpetuo ceño fruncido. Aunque era su media sonrisa la que desarmaba a cualquier mujer, ya que con ella parecía querer decirles: “¿te atreves a resistirte a mí?”.
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