Cara de liebre de Liliana Blum
Un día llega el amor de tu vida y ese día te das cuenta de que los hombres que conociste antes fueron solo ensayos.
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Cara de liebre de Liliana Blum
Un día llega el amor de tu vida y ese día te das cuenta de que los hombres que conociste antes fueron solo ensayos.
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Cara de liebre de Liliana Blum
Destruir no es más que una ambición retorcida de quien carece de talento.
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Cara de liebre de Liliana Blum
Respira hondo, cierra los ojos y vuelve a abrirlos con la esperanza de que algo, lo que sea, haya cambiado a su alrededor. Pero el mundo permanece tal cual.
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El monstruo pentápodo de Liliana Blum
El mundo es l mismo tiempo el infierno de unos y el paraíso de otros.
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Pandora de Liliana Blum
Era increíble cómo los seres humanos podían adaptarse a todo, incluso a la ignominia y al infierno. ¿Podría ella adaptarse a esto?
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Cara de liebre de Liliana Blum
Deshumanizar a un ser humano es muy sencillo. Nadie lo sabe mejor que yo.
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El monstruo pentápodo de Liliana Blum
El mundo es al mismo tiempo el infierno de unos y el paraíso de otros.
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El monstruo pentápodo de Liliana Blum
Todos queremos cosas que no podemos tener, aceptar eso significa ser una persona decente.
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El monstruo pentápodo de Liliana Blum
Ten la apariencia de una flor inocente pero sé la serpiente que acecha debajo.
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Pandora de Liliana Blum
Pandora está acostumbrada a la indolencia del mundo hacía ella por su sobrepeso; sencillamente no es una estética que empate con los cánones establecidos por una sociedad plástica, la cual finge que le importa la salud para alcanzar un estereotipo de belleza.
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Tristeza de los cítricos de Liliana Blum
Lejos, el ruido de disparos, solo por unos segundos, que me recordaron a una bolsa de palomitas explotando en el horno microondas. No me inmuté: todo aquello se escuchaba a lo lejos. No tardaría en llegar el ejército y todo quedaría en calma por un tiempo. Yo, al igual que muchos otros en la ciudad, me manejaba por aquella lógica del rayo que no vuelve a caer dos veces en el mismo sitio.
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El monstruo pentápodo de Liliana Blum
No todas las niñas son iguales. Hay unas que tienen el mismo atractivo que una tabla de triplay. A esas, el cerebro de Raymundo ni siquiera las registraba. Había otras que lo atraían porque eran lindas y ya, como un trozo de carne colgado que podría llamar la atención de cualquier perro hambriento. Por moda, a veces las madres visten a sus hijas de putillas, exponiendo pedazos de esa piel infantil a los ojos de cualquiera. Imposible no mirar. Ese tipo de niñas que atraían su mirada momentáneamente, pero no impedían que él regresara poco después a su vida sin volver a dedicarles un pensamiento.
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El monstruo pentápodo de Liliana Blum
La noche anterior había sido de esas en las que Raymundo miraba la televisión sin ver, con una botella de Wild Turkey a medias y la Glock sobre el buró. ¿Tenía caso seguir así? Puso el cañón contra su paladar, pero el roce del metal le provocó náuseas. ¿Cuántas veces a lo largo de los años había estado a punto? No podría contarlas. Recordó los días que le siguieron al incidente con aquella niña; habían sido especialmente difíciles. Sacó el arma de su boca y sirvió más whisky en el vaso de cristal. Notó que estaba mal lavado. El hielo empequeñecido, en proceso de derretirse, le pareció una metáfora de su vida. Pensó en llamarle a Julieta, pero abandonó la idea antes de siquiera mover un dedo. No se sentía capaz de escuchar sus discursos de autoayuda.
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Gregorio Samsa es un ...