Multiverso de Leonardo Patrignani
Cerró la puerta pesada de madera a sus espaldas. Dio unos pasos tímidos por la hierba que rodeaba la casa. La fragancia de la tierra mojada por la lluvia era embriagadora. Pocos metros más y se detuvo ante un árbol en el cual, en su realidad, a la muerte de sus abuelos, había grabado “Hay dos estrellas nuevas en el cielo”. —No está —musitó para si con un nudo en la garganta—. Mi dedicatoria ha desaparecido. Con los ojos cerrados y cogiendo el Triskell con ambas manos, la muchacha empezó a temblar. |