Anna Karenina de León Tolstoi
Vronski no comprendió nada de aquella escena, pero se explicó muy bien que Anna acababa de ser de sufrir una humillación y pudo comprender por su aire que reunía sus últimas fuerzas para mantener su papel hasta el fin, conservando un aspecto de la más absoluta calma. Los que ignoraban su historia, los que no oían las expresiones de indignación de sus antiguas amigas censurando la audacia de presentarse así con todo el brillo de su hermosura y sus adornos, no hubieran podido sospechar que aquella mujer sufría más vergüenza que un malhechor en la infame picota.
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