Anna Karenina de León Tolstoi
Y a pesar de que, en realidad, no le interesaban ni la ciencia, ni el arte, ni la política, apoyaba con firmeza las opiniones que tanto la mayoría como su periódico profesaban sobre estos temas y sólo las cambiaba cuando la mayoría lo hacía, o, mejor dicho, no las cambiaba, sino que ellas mismas se cambiaban en su mente sin que él se apercibiera de ello.
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