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En el jardín del ogro de Leila Slimani
Seguir navegando por el universo Slimani es todo un acierto. “En el jardín del ogro” su primera obra me hace vislumbrar la magnífica narrativa de la autora. Tiene una prosa límpia, un cristal que va cortándote hasta llegar a esa capa de los sentimientos donde se queda ahondando para hacerte sentir, bien o menos bien, pero sintiendo. Podría parecer un libro de sexo o erótico pero si seguimos apartando capas llegamos a lo más profundo del alma de Adele, serigrafiadas en ellas aparecen las necesidades de cariño, de ser ella misma, de ser vista como mujer, de superar «𝙚𝙨𝙚 𝙨𝙚𝙣𝙩𝙞𝙢𝙞𝙚𝙣𝙩𝙤 𝙢𝙖́𝙜𝙞𝙘𝙤 𝙙𝙚 𝙧𝙤𝙯𝙖𝙧 𝙘𝙤𝙣 𝙚𝙡 𝙙𝙚𝙙𝙤 𝙡𝙖 𝙫𝙞𝙡𝙚𝙯𝙖 𝙮 𝙡𝙖 𝙤𝙗𝙨𝙘𝙚𝙣𝙞𝙙𝙖𝙙, 𝙡𝙖 𝙥𝙚𝙧𝙫𝙚𝙧𝙨𝙞𝙤́𝙣 𝙗𝙪𝙧𝙜𝙪𝙚𝙨𝙖 𝙮 𝙡𝙖 𝙢𝙞𝙨𝙚𝙧𝙞𝙖 𝙝𝙪𝙢𝙖𝙣𝙖» Esas necesidades de Adele son solo el envoltorio que utiliza Leila para denunciar los tabúes sexuales que permanecen prácticamente en nuestra sociedad a día de hoy. Una sociedad que muestra una cara pero dice otra «𝙏𝙪𝙫𝙤 𝙪𝙣 𝙝𝙞𝙟𝙤 𝙥𝙤𝙧 𝙚𝙡 𝙢𝙞𝙨𝙢𝙤 𝙢𝙤𝙩𝙞𝙫𝙤 𝙥𝙤𝙧 𝙚𝙡 𝙦𝙪𝙚 𝙨𝙚 𝙘𝙖𝙨𝙤́. 𝙋𝙖𝙧𝙖 𝙥𝙚𝙧𝙩𝙚𝙣𝙚𝙘𝙚𝙧 𝙖𝙡 𝙢𝙪𝙣𝙙𝙤 𝙮 𝙥𝙧𝙤𝙩𝙚𝙜𝙚𝙧𝙨𝙚 𝙙𝙚 𝙘𝙪𝙖𝙡𝙦𝙪𝙞𝙚𝙧 𝙙𝙞𝙛𝙚𝙧𝙚𝙣𝙘𝙞𝙖 𝙘𝙤𝙣 𝙡𝙤𝙨 𝙙𝙚𝙢𝙖́𝙨 » Adele, la protagonista, es solo el instrumento, a través de ella vemos a una mujer sola, a pesar de tenerlo todo, desesperada, hundida dominada por el incontrolable deseo y sabe que «𝙙𝙚𝙨𝙚𝙖𝙧 𝙮𝙖 𝙚𝙨 𝙘𝙚𝙙𝙚𝙧” Ella ha elegido una vida impuesta, y los infiernos cada vez están más cerca «𝙨𝙪𝙨 𝙤𝙗𝙨𝙚𝙨𝙞𝙤𝙣𝙚𝙨 𝙡𝙖 𝙚𝙨𝙩𝙖́𝙣 𝙙𝙚𝙫𝙤𝙧𝙖𝙣𝙙𝙤». y lo sabe. Esta novela Leila nos invita a ponernos en el lugar del otro, a comprender sus razones, sin juzgar, tan solo los sentimientos y las acciones definen a sus personajes. Tras el personaje de Adèle, hay una cámara, observándola sin juzgarla permitiendo que sea el lector el que decida. Nos enfrentamos a engaños y deseos, a llenar un vacio con una adicción, a poner en la cuerda floja el compromiso, la familia o la fidelidad. «𝙡𝙖𝙨 𝙥𝙚𝙧𝙨𝙤𝙣𝙖𝙨 𝙞𝙣𝙨𝙖𝙩𝙞𝙨𝙛𝙚𝙘𝙝𝙖𝙨 𝙙𝙚𝙨𝙩𝙧𝙪𝙮𝙚𝙣 𝙡𝙤 𝙦𝙪𝙚 𝙡𝙖𝙨 𝙧𝙤𝙙𝙚𝙖» Y así es en cualquier campo de la vida, pierdes el norte, te dejas llevar, pierdes las prioridades, te despistas y acabas herida emocionalmente y salpicando a los que te rodean, los que si o si te quieren. Necesito gente que lea historias, que cuente historias de verdad como Leila Slimani., que nos muestre esas mujeres que se buscan así mismas a pesar de sus ogros y sus implacables consecuencias. + Leer más |
El país de los otros de Leila Slimani
Cuando era adolescente, Mathilde nunca pensó en la posibilidad de ser libre por sí sola. Le parecía impensable, por ser mujer, por no tener estudios, que su destino no estuviera íntimamente ligado al de otra persona. Se dio cuenta de su error demasiado tarde y ahora que tenía discernimiento y algo de valor ya le era imposible y dar marcha atrás.
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Canción dulce de Leila Slimani
Siempre le habían dicho que los niños no eran más que una felicidad efímera, una visión furtiva, una impaciencia. Una eterna metamorfosis. Unas caritas redondas que de pronto se impregnan de gravedad sin que uno se dé cuenta.
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Canción dulce de Leila Slimani
Nos sentimos en soledad estando con niños. A ellos les da igual los contornos de nuestro mundo. Intuyen su dureza, su negrura, pero no quieren enterarse.
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Con Las Manos Desnudas de Leila Slimani
La política, los ejércitos y la tecnología son cosas necesarias, pero por encima de ellas hay algo más importante. El alma común y los valores espirituales. Es a las mujeres, a vosotras, queridas mías, a quienes corresponde cumplir este deber.
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Canción dulce de Leila Slimani
Ese día, después de la siesta, abrió las persianas. Y fue entonces cuando lo oyó. La mayoría de la gente vive sin haber oido nunca unos gritos así. Son de los que se lanzan en la guerra, en las trincheras, en otros mundos, en otros continentes. No son gritos de aquí. Duro al menos diez minutos ese grito, que brotó de un tirón, sin aliento y sin palabras. Ese grito que se volvía ronco, se llenaba de sangre, de mocos, de rabia
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Canción dulce de Leila Slimani
La soledad actuaba como una droga de la que no sabía si quería prescindir. Deambulaba por las calles, como ida, con los ojos desencajados hasta hacerle daño. En su soledad, se puso a observar a las personas. A observarlas de verdad. La existencia de los demás se volvía palpable, vibrante, más real que nunca.
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Canción dulce de Leila Slimani
[…]Atormentada por la impresión de haber visto y oído demasiado de la intimidad de los demás, de una intimidad a la que ella nunca tuvo derecho. Nunca tuvo un dormitorio propio.
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El perfume de las flores de noche de Leila Slimani
Cuando escribes, te encariñas con las debilidades, los defectos de los demás. Te das cuenta de que no estamos solos, de que todos somos iguales.
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El perfume de las flores de noche de Leila Slimani
Entre las nueve de la noche y las seis de la mañana, soñamos con reinventarnos, ya no sentimos miedo de traicionar ni de decir la verdad, creemos que nuestros actos no tendrán consecuencias. Uno se imagina que todo le está permitido, que los errores se olvidarán, las faltas serán perdonadas. La noche, territorio de la reinvención, de los rezos murmurados, de las pasiones eróticas. La noche, lugar donde las utopías adquieren el perfume de lo posible, donde parece que lo real y lo común ya no nos obligan a nada. La noche, tierra de sueños donde descubrimos que escondemos en el secreto de nuestro corazón multitud de voces e infinidad de mundos. «Proclamo la Noche más verídica que el día», escribe Senghor en Éthiopiques.
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El perfume de las flores de noche de Leila Slimani
Escribir ha sido para mí una empresa de reparación. Reparación íntima, vinculada a la injusticia de la que fue víctima mi padre. Yo quería reparar todas las infamias: las relacionadas con mi familia, pero también con mi pueblo y con mi sexo. Reparación asimismo del sentimiento de no pertenecer a nada, no hablar en nombre de nadie, vivir en un no-lugar. He sido capaz de pensar que la escritura me procuraría una identidad estable, me permitiría, en todo caso, inventarme, definirme lejos de la mirada de los otros.
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Canción dulce de Leila Slimani
Leído en un día, señal de que me gustó y enganchó, es un retelling de “La mano que mece la cuna”, aquella película de los 90 con Rebecca de Mornay que tanto nos hizo desconfiar de las Nannies. Está muy bien escrito e introduce muchos temas que merecen reflexión: la conciliación familiar, el feminismo y la sororidad o deslealtad entre mujeres, la invisibilidad de algunas enfermedades mentales, la invisibilidad de ciertos tipos de pobreza, el racismo y los estereotipos, las relaciones de pareja, el maltrato…. Sin embargo no le puedo dar cinco estrellas por dos motivos: primero porque me parece que abarca mucho y aprieta poco: expone muchos problemas pero no desarrolla ninguno; lo mismo pasa con los personajes: todos quedan inconclusos y a medio perfilar, el final es muy abrupto. Segundo, y esto es aún más subjetivo, porque no me ha quedado clara cuál es la intención de la escritora Avon esta historia tan horrenda y escalofriante; no me gustan las moralejas que se podrían extraer de aquí. Me parece que el crimen que aquí se describe es tan puntual y poco significativo pero puede ser aplaudido por personas tan retrogradas y malintencionadas que no veo necesaria estahistoria, su mensaje no aporta en este mundo en el que la pedofilia y el maltrato hacia mujeres y menores suelen ser tristemente ejecutados por hombres. Obviamente es mi opinión, los autores son libres de elegir sus temas y perspectivas, los lectores también podemos aplaudir o rechazar.
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El perfume de las flores de noche de Leila Slimani
Hace veinte años que me fui de mi país. A veces, me pregunta qué pienso de ese exilio, pero rechazo esta palabra. No soy una exiliada. Nadie me obligó, no me vi empujada por las circunstancias. He encontrado en París lo que vine a buscar: la libertad de vivir como yo quería, sentarme durante horas en la terraza de un café y tomarme una copa de vino, leer y fumar. Soy una inmigrada. Una meteca, en el sentido etimológico del término, puesto que he cambiado de residencia, abandoné mi ciudad por otra.
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El perfume de las flores de noche de Leila Slimani
Pues la literatura, al igual que el arte, no entiende el tiempo de la vida cotidiana. Le traen sin cuidado las fronteras entre pasado y presente. Logra que advenga el futuro. Nos traslada a los bosques claros de la infancia. Si se escribe, el pasado no está muerto.
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El perfume de las flores de noche de Leila Slimani
Cuando tenía dieciséis años, en mis salidas nocturnas, a veces bailábamos hasta el amanecer. Estábamos todavía algo bebidos, y la luz del día nos sorprendía. El alba era a la vez un consuelo -yo había sobrevivido- y un instante melancólico. Autenticaba el final de un sortilegio, [...].
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El perfume de las flores de noche de Leila Slimani
Resultaría paradójico, pero me parece que solo podemos habitar en un lugar si tenemos la posibilidad de abandonarlo, de irnos de allí. Habitar es lo opuesto al encarcelamiento, la inmovilidad forzosa, la inercia.
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El perfume de las flores de noche de Leila Slimani
Durante mucho tiempo me ha preocupado la posibilidad de escribir sin un anclaje sólido, sin unos cimientos donde apoyarme. ¿Se puede ser escritor sin tierra? ¿Qué contar cuando uno no se siente de ningún lado?
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El perfume de las flores de noche de Leila Slimani
No dejé por completo el lugar del que salí ni viví por completo en el lugar al que llegué. Estoy en tránsito. Vivo en un intermundo.
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El perfume de las flores de noche de Leila Slimani
No creo que uno escriba para lograr consuelo. Ni que mis novelas acaben con el sentimiento de injusticia que viví. Por el contrario, un escritor está vinculado enfermizamente a su pena, a sus pesadillas. No habría nada peor que verse curado de estas.
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La guerra del fin...