Los dulces años de Lavyrle Spencer
El corazón le latió con fuerza, expectante, y esa vez no fue ficción cuando apoyó los dedos. Pronto vería ese lugar que sólo había sido, hasta entonces, un nombre en el mapa; pronto conocería a las personas que se convertirían en parte de su vida cotidiana como alumnos, amigos, quizás hasta confidentes. Cada nuevo rostro con el que se topase sería el de un desconocido y, por centésima vez, deseó conocer a alguien de Álamo, aunque sólo fuese una persona.
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