Sombra y estrella de Laura Kinsale
La estancia llena de mujeres guardo un silencio por corriente cuando el señor Gerard apareció en la puerta... Hubo una toma de aire colectiva de las féminas ante su presencia: la de un dorado arcángel Gabriel, el pelo ligeramente alborotado por el viento, que hubiese descendido a la tierra, y al que solo le faltaban las alas.
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