Una extraña locura de Laura Kinsale
Ella lo aterraba. Le había parecido imperativo llevarla allí, a salvo bajo su protección, y sin embargo temía que lo calara. Le preocupaba no poder protegerla. Temía que no hubiera peligro alguno y, aun así, pasaba los días en un estado de insufrible tensión, preparado para defenderse, como si de los suelos o las paredes fueran a salir unas manos que lo atraparan y lo estrangularan. Debía disciplinarse y volver a salir, porque el solo no lo mataría, los espacios abiertos no lo aniquilarían. No lo harían. No lo harían. Cerró los ojos y apoyó los puños y la cara en la fría pared de piedra. |