Laura G. Miranda

Todos eran felices, sus rostros daban fe de que la vida siempre continúa, porque hogar no es dónde se vive sino con quién.

La felicidad no es el sexo o la pareja o la fidelidad, Gina. Tú me enseñaste que la felicidad es saber quiénes somos y estar orgullosos de eso.

Estuvo segura de que esos besos, los de los aeropuertos, eran mas sinceros que los de las bodas.

Piensa en ti porque contigo deberás enfrentarte cada día y sería malo que tuvieras algo que reprocharte.

Segun como lo analices, alguien que no puede llorar estaría obligado al dolor encerrado -dijo y siguio-: o ser feliz irrmediablemente y de una vez por todas.

Porque el amor cuando falta grita por su ausencia. Necesita razones, imagina motivos y deja marcas de dolor.

Ser diferente y capaz de desafiar los límites para vivir mejor.

“Quizá la vida fuera exactamente eso, la posibilidad de buscar el equilibrio con decisión. El justo balance entre lo que somos, lo que queremos conseguir el mundo que nos rodea con sus desafíos permanentes desde que comenzamos a andar”

Si no te arriesgas a vivir, nadie lo hará por ti. Como dice Osho: La vida no está esperándote en algún sitio, te está sucediendo. Cualquier cosa que seas, es tu vida, y si te pones a buscar significados en otra parte, te la perderás.

Lo bueno de romperse en pedazos es que, cuando debes juntar tus partes del suelo, tienes la chance de no levantar las que no te construyen.

El dolor existe, el daño también. La cuestión es dar batalla para que no tengan el control. Es cooperar incondicionalmente con lo inevitable para lograr vivir en calma y después tomar decisiones.

Lo que es capaz de separar puede perder fuerzas, cuando se piensa en lo que une.

¿Quién podía llamar propias a las reglas de vida impuestas según la vida social? ¿A las exigencias personales consecuencias del "debe ser" que sobrevalua, desde siempre, como un eterno mandato al mundo entero? Nadie.

¿Qué era la libertad? Un concepto usado por seres rehenes de una definición. Abanderados de un "vivo mis reglas". Una mentira colectiva aceptada por todos como una costumbre certera que no era.

Mi futuro consumió mi presente. Quiero vivir ahora. Mañana puedo no estar y no podría perdonarme no haber hecho nada por ser feliz.

Quizá la vida fuera exactamente eso, la posibilidad de buscar el equilibrio con decisión. El justo balance entre lo que somos, lo que queremos conseguir y el mundo que nos rodea con desafíos permanentes desde que comenzamos a andar.

Hay momentos en la vida, en los que todas las palabras del mundo no hacen falta, porque una mirada expresa las razones del silencio que atraviesa el alma, a fuerza de sentir.