Días de sangre y resplandor de Laini Taylor
(…) Akiva temblaba y se convulsionaba, de nuevo se encontraron los dos en el ojo de una tormenta de sufrimiento —su mundo era una tormenta de sufrimiento y ellos estaban atrapados en el ojo del huracán, en la engañosa calma que les había permitido olvidar, mucho tiempo atrás, que alrededor de ellos existía un hiriente torbellino de odio que les atraparía—; el sufrimiento estaba por todas partes y en todas las cosas, y ellos habían sido unos ilusos al creer que podrían abandonar su pequeño refugio y no quedar atrapados en aquella vorángine como cualquier otra criatura viviente de Eretz.
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