Mientras sonríes de Laia Sinclair
(…) Tenía el rostro alzado. Sus ojos brillaban de felicidad, y la sonrisa en sus labios era auténtica, sincera, y no estaba cargada de amargura. Por unos minutos vi la niña que seguramente había sido, alegre, feliz, confiada. ¿Qué le había pasado? me pregunté. ¿Qué la había convertido en la mujer que era ahora? Punzante, desconfiada, con una amargura y un dolor en el alma que a veces se esforzaba por esconder, y otras dejaba libre sin ningún pudor. Me morí de ganas de descubrir sus secretos, de hacer todo lo posible por curarla. Deseaba sanar su corazón para que pudiera volver a sentir como aquella niña que vislumbraba como una foto superpuesta sobre la Nita de hoy en día. |